Te escribo desde el único lugar donde sé que jamás podrías verme, desde donde siempre te observo y tu a veces me observas, a veces olvidando que nos conocemos,o recordándolo tan bien que prefieres olvidarlo, razones que comprendo perfectamente, pues son las mismas que yo tuve en algún punto de esta incierta historia, que llega a su final en este día y con esta carta que habrá de llegar a tí cuando el destino así lo considere prudente.
El motivo es que no hay motivo, que decidí hacer de esta una oportunidad tan buena como cualquier otra para decirte lo que poco te interesa oir, nunca sospechaste y jamás me oiras decir:
Nunca pensé que pudieras hacerme tanta falta
Cuando nos conocimos jamás lo pensé, porque tenías esa arrogancia indiferente que caracteriza a quien guarda dentro de si los motivos mas dolorosos, suficientes para mantener a prudente distancia al resto del mundo, además tu mente siempre estaba llena de mil cosas: brillantes ideas, tragicómicos pensamientos e imágenes de carboncillo sobre el mismo universo que a mí tanto me costaba comprender porque mi misión era otra: sobrevivir en ese universo no me daba suficiente vida para reflexionar sobre él; probablemente por eso nunca nos entendimos, poruqe tu me hablabas de cosas que yo no veía, entendía o creía, a veces por no querer, a veces por no poder, y después de algún tiempo por pensar en tí... me resultaba curioso pensar en como tus impulsos tricotilómanos sabiamente dirigidos hacia otros y tu búsqueda constante de desafíos podían asimilarse a tu mente brillante y como todo eso pudo hacer que me fijara en tí
Incompatibles así, de alguna forma había algo que persistía entre nosotros (así lo quise ver al menos porque nada mas se me ocurría) un algo tan constante como la llama que ilumina el vendaval de la existencia, que nos acercó y en uno de sus intempestivos giros nos llevó tan lejos como quiso, por caminos tan diferentes como un día del otro, sin dar siquiera tiempo a la mas insulsa de las despedidas
Recuerdo como te veías ese día, y quisiera olvidar como me veía, también recuerdo lo último que te dije, y recuerdo que no dijiste nada, recuerdo que nos miramos sin vernos y nos apartamos sin mas, y el mundo siguió girando, el sol siguió saliendo, a veces temprano, a veces tarde, y el olvido obró su magia, dejando un espacio en blanco allí donde una vez estuviste sentada, con tu cabello castaño, tus ojos de grafito y tus manos llenas del arte de vivir
La verdad es que siempre tuve a la nostalgia por el más estúpido de los artilugios de la memoria, que se esforzaba por teñir de luz y alegría las reminiscencias de un pasado por demás oscuro que me esforcé por dejar tan atrás como fuese posible, porque estaba lleno de trampas, de mentiras, secretos y agridulces escenas, pero subestimé el efecto que el tiempo suele tener sobre la vida: la envuelve en finas capas frente a nuestros ojos, cerrándolos ante el presente y haciéndonos pensar que el futuro sería mucho mejor si el pasado volviera, para que al caer la venda todo fuera como solíamos recordarlo, pero mejor porque (creemos que) ya no somos los que solíamos ser entonces, sino mejores, si lo ves de lejos es un engaño perfecto, el último de los espejismos... y ante él caí cuando tu recuerdo me sorprendió en medio del peor de los momentos nefastos de mi vida, donde solo deseaba ddejar todo atrás y huir tan lejos como pudiera, al lugar donde tal vez podría volver a ser feliz, o al menos estar en calma, y allí apareciste tú
Te busqué, no sabes cuanto, y cuando te creí perdida apareciste tal cual te imaginé, andando por una vida que no se parece para nada a la mía, haciendo todo aquello que siempre creí que harías, aquello que yo soñé alguna vez para mí pero no pude o no quise lograr; nos encontramos de modo insospechado (así como dejamos de encontrarnos ya hace tiempo)... Yo me sorprendí, no sé que pensaste tú, sospecho que también creíste jamás volver a saber de mí, y ambos volvimos nuestros ojos al pasado distante que resultaba ya nuestro único vínculo...
Y descubrí cuanto te extrañaba, cuanto esperaba que volvieras, oirte y sentir que por un segundo la ilusión se hacía real y estabas ahí para mí, y yo para tí... pero teniendo en cuenta que la licencia poética no guía la mano que redacta los libretos de la vida real, este breve reencuentro solo hizo mas patente el abismo insondable que ha creado la distancia entre los dos, y mas doloroso el hecho de descubrir que ya nada volverá a ser como antes, mucho menos como yo creía que era antes, así que volvimos al mismo punto incierto de la historia de los dos: sigues a prudente distancia del resto del mundo, yo sigo sin comprender el mundo en que vivo y seguimos acercándonos para alejarnos cada vez más
No queda mas que decir, El silencio lo dijo todo y la ausencia llenó ya todo vacío que el tiempo dejara en su devenir descuidado
Así que me despido ya, prometo recordarte cada vez que quiera y escribirte cada vez que me leas, y aún si no me lees prometo hacerlo, ya es costumbre
No prometas nada, a menos que lo puedas cumplir
Adiós